La poesía de Horacio Sotelo

Jorge Barón Biza | 2001|


Según Tzevan Todorov, ese estudioso de la poesía que está tan compenetrado de los formalistas y que los tradujo al francés, el núcleo de la poesía no es sólo la interpretación de detalles individuales sino el descubrimiento de las leyes generales que permiten que el sistema poético de un autor entre en el gran territorio de la poesía.

En el caso de Horacio Sotelo es hora de que se deje de hablar de lo que fue y de lo que hizo, para que se lo analice estrictamente desde el punto de vista de su sistema poético.

En su caso, notamos que las libertades, sus experimentos, sus léxicos sorprendentes no tienen la voluntad intencional que muchas veces convierten en artificiales muchos intentos por revolucionar la poesía. La novedad lingüística en Sotelo tiene una cualidad espontánea pero no ingenua.

El poeta tiene instinto para internarse con naturalidad por sendas inexploradas del lenguaje. Sus incursiones hacen temblar las estructuras del lenguaje y seguramente dejarán perplejos a más de un académico, no por la audacia del tema, sino por los movimientos de estructura, aquéllos que constituyen la verdadera base de la novedad en literatura.

Esa estructura llega a niveles muy profundos gracias al uso de imágenes, que a veces se suceden con la fuerza de un video, que permiten un tratamiento directo de los temas, sin teorizaciones, sin largas preparaciones ni presentaciones, que van tejiendo, con su sola presencia un discurso completamente original, sin forzaduras lógicas ni dicciones de rimas forzadas, un discurso que por la originalidad de la experiencia que representa, se convierte en un arma poderosa contra los petrificados mecanismos de la acción encorsetada de la poesía tradicional.

Horacio Sotelo nació en Quilmes en 1945. Fue ladrón durante casi veinte años. Robó relojes, autos, camiones carniceros, financieras, bancos. Después de andar y vivir en distintos lugares del país, suelto y encerrado (su trayecto carcelario abarcó las cárceles de La Plata, Villa Devoto, Caseros, Olmos y La Pampa), decidió salirse del robo y llegó a Córdoba. Aquí horneó ladrillos, fue peón de albañil, vendió cubanitos.

También aquí publicó sus libros de poesía, Los versos del ladrón (2000) y Corazón de pájaro (2001), que tuvieron un inusitado éxito de ventas.

Alias Árbol es su primera novela. Sotelo la defiende, la firma y la vende en su rincón del mundo, la esquina de 27 de Abril y la Cañada, en la ciudad de Córdoba.

Luego publicó dos obras más: Los habitantes del abismo y Cavernas.


 Introducción del libro “Corazón de Pájaro” de Horacio Sotelo. Editorial Grafos XXI, Córdoba, 2001.

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