Jorge Barón Biza | 17 de Agosto de 2000|
“Cuentos claros”, por Antonio Di Benedetto (Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 1999).
Estos cuentos fueron publicados originariamente con el nombre de Grot en 1957, en un período fecundo del autor (El Pentágono, 1954; Zama, 1956; Declinación y Ángel, 1958), que el país no le volvería a conceder. A medida que pasa el tiempo se nota con más claridad que el escritor que parecía ser el autor de una novela es el autor de una obra compacta y coherente.
Ese mundo de Zama que cautivó a críticos y lectores de todas las latitudes está presente en otros textos del escritor apenas se profundiza la mirada. Los delicados equilibrios provisorios de la trama, que al quebrarse dejan cada vez más y más despojados a los personajes; las discretas ausencias de amor; esas existencias magulladas por una exterioridad que, como observa Saer, “no las deja ser” (la disparatada organización colonial en Zama, el ruido en El Silenciero, la tentación del suicidio en Los suicidas) reaparecen en estos cinco cuentos escritos con el mismo estilo reticente y ajustado de las novelas.
En “Enroscado”, esa exterioridad toma la temible forma de un hijo impenetrable: el telón de fondo es el de las pensiones de una ciudad de provincia y la acción avanza al ritmo de las mudanzas, tan caras a Di Benedetto como representativas de la desprotección de la pobreza y de los hombres echados a la ilusión del cambio, que al final no es otra cosa que el destino que no pueden evitar. “Falta de vocación” encierra tres admirables minicuentos borgeanos pespunteados por una historia que se plantea la invención inútil de la literatura.
El relato “As” empieza con una profunda visión de la pequeña burguesía provinciana y, despistando a todos los lectores, vira hacia un despliegue de valores lumpen, mientras que la chica que enlaza ambos mundos pasa impenetrable por el texto, tan misteriosa como su poder ganador con las cartas. En “El Juicio de Dios” vuelve el espacio sin sentido de Zama, con un río transformado en vía de ferrocarril y un Dios tan impensable como en la novela. La ausencia corporal domina en “No”, una ausencia que persiste aunque los personajes hagan todo lo posible por superarla.
Conectado con Arlt por su sensibilidad gozosa por la vileza, y con Borges por la silenciosa parquedad con que desliza lo fantástico en lo cotidiano, Di Benedetto aparece a la reflexión como el puente entre ambos, como la tercera pluma, que da sentido de conjunto a una época clave de la literatura argentina. Los tres mantienen su personalidad irreductible, pero poco a poco, por detrás de intentos infructuosos por enfrentarlos, se van consolidando las líneas comunes.
Por ejemplo, mientras en el mercado interno y externo se celebraba la orgía de ‘latinoamericanismo for export’, los tres se mantuvieron ejemplarmente alejados de magias y folklores, una línea que gracias a ellos y otros escritores notables identifica hoy a la literatura argentina, aunque el costo en ventas internacionales sea, por ahora, grande.
En estos cuentos queda particularmente claro uno de los motores narrativos de Di Benedetto: en esos personajes que recurren al amor como una sublimación de sus soledades, como una ficción que simule vínculos con el mundo, queda plasmada esa ambigua interacción entre el exterior y el interior, esa suspensión existencial en que viven sus personajes y muchos argentinos, y que es uno de los sellos del gran escritor.
La Voz del Interior, Córdoba, el 17 de agosto de 2000.