Provincial y provinciano

Jorge Barón Biza | 22 de Octubre de 1998|

Córdoba ha sido declarada Capital Cultural del Mercosur. La distinción la sorprende cuando su relación con Buenos Aires todavía conserva puntos oscuros. Iniciar un debate sobre los posibles vínculos del arte plástico cordobés con las producciones artísticas de la modernidad es el propósito de la siguiente nota y de las dos preguntas formuladas a los pintores Remo Bianchedi y Daniel Capardi:

  1. ¿Se puede hablar de una pintura provinciana o regional en Córdoba? Si así fuera, ¿qué implica ese concepto?
  2. ¿Es compatible el provincianismo en el arte con las tendencias modernas, especialmente las vanguardias?

Es oportuno reflexionar sobre los conceptos de “provincial” y “provinciano”. Provincial es el ámbito que permite dialogar con una ciudad que no abruma, estar en 20 minutos en plena serranía o en pleno campo (basta un volantazo, norte o sur), tener tiempo para pensar, encontrar la dimensión humana de nuestro pasado. Provinciano, en cambio, sería lo que se proyecta desde afuera: una supuesta lentitud y falta de información, un peso abrumador de la tradición, un corte abrupto con el resto del mundo.

Nada de esto último resulta verdad, y el plano de la cultura es particularmente apto para demostrarlo. El concepto de “belleza”, por ejemplo, es tratado por Occidente desde tres mil años atrás: de Homero a Karl Otto Apel. No hay carreta de bueyes de paso tan reflexivo.

La provincia resulta el lugar perfecto para observar el devenir de la cultura con un poco más de profundidad que el agitarse de las modas. Esa es la característica que tiene, también, la pintura en Córdoba. Si la queremos superponer con los tiempos de Europa o de Buenos Aires, siempre va a parecer que atrasa un poco, que es epigonal, pero ¿por qué habríamos de superponerla a otras historias? ¿No es una manera de negarle identidad? La pintura de Córdoba se ha movido con ritmos propios, y su comprensión exige armas novedosas del espectador y el crítico: descubrir su vocación por el realismo, la influencia de escuelas italianas, el gusto por las imágenes de lugares escondidos o abandonados, la tenaz melancolía.

Por supuesto, es importante señalar que en Malanca florece un tardío y magistral impresionismo, pero también que su obra es un constante dialogar a veces una lucha dramática entre el dibujo intelectual y la pincelada corpórea. Visto así, todos los juicios habituales de “serenidad”, “armonía”, “paisaje arcádico”, quedan en entredicho.

También queda en entredicho el prejuicio, muy “provinciano” de que la pintura cordobesa es una pintura de “cabritos” y “burritos”. Juzgar una pintura por el contenido de sus imágenes es – por lo menos – una ingenuidad en la que nadie cae en estos tiempos, salvo que a la ingenuidad se le agregue una buena cuota de malignidad. Los mismos que hablan de “burritos” en la pintura de Córdoba, no se animarían jamás a hablar de una “pintura de ensaladas” a propósito de los impresionistas, “o pintura de cuartuchos” a propósitos del norteamericano Edward Hopper.

El caso de este gran realista norteamericano es particularmente oportuno. Durante años recorrió la “provincia” en Estados Unidos, mientras en Nueva York bullían el festival de la modernidad y el afán de los artistas por igualar y superar a los modelos europeos. Hoy, con la perspectiva del tiempo, se puede decir que mientras la pintura norteamericana se conformó con esa puja internacional, quedó reducida en sus dimensiones propias, convertida en lo que el crítico del Time, Robert Hughes llama “Musa de las modas temporales”.

Sólo cuando confluyeron la producción pictórica de la gran metrópoli con las imágenes de Hopper o de los pintores del “american scene”, las dos vertientes – modernidad neoyorquina y realismo provincial – alcanzaron su verdadera dimensión. ¡Ahh…! Así que mientras Pollock empezaba a hacer esto, Hopper ya había hecho aquello… Juntos tienen un sentido más profundo que separados.

Los argentinos podríamos sacar conclusiones provechosas de esa experiencia. Con respeto por los artistas y rigor crítico con las obras, podríamos equilibrar nuestra tradición metropolitana y nuestra tradición provincial. Juntas, valen más.

 

Daniel Capardi

“Sólo hay pintura”

1. En principio sólo se puede hablar de pintura. La denominación  “provinciano” – que no es lo mismo que “regional” – tiene cierto carácter peyorativo, diría de origen “portuario”. En cambio hablar de pintura regional se refiere más a cierta categoría fundada por el posmodernismo y reafirmada por un planteo de “redefinición de fronteras” que también alcanzó el arte. En este sentido, bien se podría decir que el arte siempre se hizo en un lugar y eso hace que sea denominado como de provincia (provincial) o metropolitano. En una época se hablaba de estilo internacional, hoy asimilado a lo global, y, después, de configuraciones de mercados, que reduce la importancia de la pintura hecha en determinados lugares, por ejemplo en un pueblito de provincia. Otra actualidad sería la de las capitales de los países centrales, en donde el mercado del arte legitima qué es arte y otras definiciones, como también qué es provinciano y qué no. En ese sentido y aunque tal concepto provenga en nuestro país desde la capital, sujeto a esas decisiones se encuentra también el arte de Buenos Aires, que también es provinciano. Además está la cuestión de la tradición de la pintura. O de la historia, la historia del arte, escrita desde esos lugares, o mejor “sitios”, que impiden la construcción de la propia actualidad, del propio “ahora” se podría decir.

Lo cierto es que ante la crisis de la identidad que acarrea esta época global, el planteo sobre la identidad aparece como un dispositivo intrínseco del propio sistema – porque desde ya éste es un viejo debate en nuestro país desde mucho antes que se hablara de mundo global – para intentar cartografiar territorios y fronteras. El pintor siempre se ubica fuera del territorio, aun cuando éste sea la referencia de su obra (como el fuera del dentro).También la falta de enfoques críticos respecto a la propia historia promueven este tipo de conceptos. Se podría hablar entonces de una pintura periférica o de “payucas”, como peyorativamente se dice desde Buenos Aires, o con relación a otra referenciada fuertemente en la actualidad de países centrales o metrópolis. Me parece también que entre las críticas al posmodernismo, desde donde proviene el uso de la palabra “regional”, se establece la defensa de los estándares que conserva la pintura moderna ante esta presencia del kitsch o mal gusto, característica de lo posmoderno. Tal vez cierto gusto provinciano permita conservar en ese sentido aquello que pertenecía a la categoría de lo moderno (el buen gusto).

En definitiva, sólo hay pintura, esto me parece la mejor respuesta a una pregunta que en sí me parece “provinciana”. La pintura es pintura. ¿Se podría concebir la obra fuera de un circuito de merchandising o comunicación… en donde pueda – diríamos – aprehenderse en su total singularidad? Allí cualquier intento por clasificarla no tendría lugar.

2. No sé qué es provincianismo; el artista trabaja en una suerte de inconsciencia, podría decirse de inconsciencia topológica. Lo que no circula, lo que no cambia, ahí en donde no hay progreso, es provinciano. Tal vez habría que pensar en Cézanne, que alcanzada la madurez del oficio decide dejar París para volver a Aix en la provincia, donde había nacido. Allí el pintor realiza sus mejores cuadros, la serie de Sainte Victoire por ejemplo (aquí el tema es el de una montaña situada en la misma ciudad), en un casi total aislamiento de la gran capital del arte de aquel entonces. Pero ¿sería pertinente la pregunta sobre si Cézanne era un pintor provinciano, como Gauguin en Tahití, o Turner en Devonshire? Hoy lo compatible – que es a lo que se refiere la pregunta – podría estar dado por el hecho de que cualquier ciudad del mundo, por muy pequeña que parezca, puede crear desde alguna oficina de turismo, para promoverse, una bienal o una feria de arte internacional, como confirmando paradójicamente la definición de Baudelaire sobre que la ciudad es el sitio maldito del artista. Hoy el arte parece una actividdad subsidiaria del turismo. Heteronomia. Estamos siempre en el mismo punto. Aún así sería difícil concebir-observar de la misma manera una obra realizada en una ciudad de la provincia, en su lugar o en una bienal europea, por ejemplo. Del mismo modo que cuando se saca la obra de un taller y es llevada a la sala donde va a ser exhibida. Este concepto de provinciano parece tan agotado como el de pintura de caballete e incluso el de vanguardia. Sí, se podría hablar de actualidad, pero de cualquier modo es necesario hacer una relectura de la tradición, así seguramente nos encontraríamos con muchas cabras y sauces mejor pintados que mucha de la pintura que se denomina de vanguardia. Además, el lugar es condición de la obra. En ese sentido, un pintor es a veces muy provinciano y siempre lo es un poco.

 

 

 Remo Bianchedi

“Las fronteras se mueven”

1. Se puede reflexionar sobre una pintura regional, se puede hablar de actitudes y prácticas artísticas determinadas por una situación económica y política dadas en una región específica. Se puede hablar de una “imagen” regional y de una manera particular de conceptualizar. Se puede mencionar las diferencias entre prácticas artísticas en el interior del país y de las mismas en lugares centrales, podemos mencionar la falta de información para unas y el exceso de información para las otras. Se puede establecer una mirada hacia el interior y una mirada puesta más allá del mar.

Estamos habitando un mundo en donde la división de clases dejó lugar a otras divisiones, quizá más profundas, quizá más ancestrales. Hablo de razas, religiones, minorías, poder económico. Globalizar pareciera ser el acto por el cual estamos todos metidos en una misma bolsa. Una bolsa mediante la cual los valores suben, bajan, se intercambian, se modifican. Picasso es español, Matisse francés, Duchamp un nómade, Beuys alemán. Y no hablo de imágenes, sino de comportamientos, de un punto determinado de inflexión desde el cual uno observa, reflexiona y produce una experiencia que se incluye en el mundo.

Anatol Lotana, filósofo rioplatense, escribió una vez “… Para ser alguien en el mundo hay que ser alguien en el barrio”. Es decir, de lo particular a lo general, única manera, creo yo, de poder comenzar a hablar sobre regionalismos, tanto sea en arte como en salud pública. Hoy las fronteras han superado el carácter de límite. No es que hayan dejado de existir, simplemente pareciera que, después de la caída del muro, las fronteras no sólo han mutado de lugar sino también de carácter. Las fronteras se mueven, se deslizan, así también los artistas, convertidos por una suerte de “golpe de dados” al nomadismo, alteran sus puntos de vista, se mueven también. Saber dónde estamos, cuántos somos, qué hacemos en este lugar, hacia dónde nos dirigimos, creo que es el primer paso para recién poder contestar la pregunta.

2. ¿Es compatible un jefe mapuche con agente de Bolsa de Wall Street? No lo sé. Sí puedo decir que al reconocerse diferentes, solamente diferentes, ya se están reconociendo como personas. Si esto sucede, es que las personas ya pueden empezar a intercambiar: cerámicas, bonos, semillas, tecnologías o pinturas.

En el intercambio ocurren muchas cosas. Influencias determinadas por la posesión de un nuevo objeto, otras relaciones de poder o dependencia, cambios físicos, también en el lenguaje. Y aquí, creo, está el punto.

Para saber si el “provincianismo” es compatible con las “vanguardias” especialmente, es necesario primero establecer qué es el “provincianismo” para después corroborar la vigencia o no de las “vanguardias”.

Puedo decir que no existe tal “provincianismo” y que las “vanguardias” han sido superadas. ¿Qué queda entonces? Puedo preguntarme para qué sirve el “provincianismo” y en qué me son útiles las “vanguardias”.  También puedo reconocer la existencia de ambas tendencias, pero dudar de su compatibilidad. O al revés.

“Describe tu aldea y describirás el mundo” creo que sigue siendo un pensamiento a escuchar.

Todo es compatible con todo, excepto aquellas tendencias autoritarias que son justamente las que diseñan las fronteras, y no solamente las diseñan sino que también las construyen, las venden y luego, sin avisar, las tiran abajo. Las fronteras producen ganancias, los espacios abiertos también.


“Provincial y provinciano”, La Voz del Interior, Suplemento Cultural, Córdoba, 22 de octubre de 1998.

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