Jorge Barón Biza | 21 de Octubre de 1999|
Los afiches de Ricardo Carpani para la CGT identificaron una época, una lucha y una ética. Detrás de ellos se levanta la figura de un artista cabal, un hecho que queda reflejado en la muestra “Tiempos difíciles” que se expone en la Fundación Andreani de Buenos Aires.
La realidad del Tercer Mundo es antiestalinista. Mientras en la Unión Soviética los creadores estaban forzados a expresar un optimismo por el inminente triunfo mundial del proletariado según el modelo, en nuestras latitudes las luchas de clases no tenían soles nacientes al fondo de una perspectiva. Difícil y sombrío, el camino de los desheredados se teñía de otro color.
Carpani recorrió todo ese camino, a pesar de las decepciones, apelando a la expresión de la fuerza, haciendo suya la frase de Kant: “el arte existe para superar el egoísmo”. Cuando la CGT empezó a encargarle los afiches que anunciaban las actividades proletarias, Carpani fue la mano adecuada en el momento adecuado. Sus dibujos empapelaron las ciudades y llegaron directamente al pueblo con imágenes que todos comprendían. Detrás había una larga formación de artista.
En 1952 ya estaba de regreso de un viaje de perfeccionamiento en París, en la Academia de la Grande Chaumière, e ingresó en el taller de Pettoruti. Cinco años después, a los 27, fundó el Grupo Espartaco, en el que participaron, entre otros, Mario Mollari y Juan Manuel Sánchez. En el manifiesto inaugural proclaman: “Es imprescindible dejar de lado todo dogmatismo en materia estética; cada cual debe crear usando los elementos plásticos de la forma más acorde con su temperamento aprovechando los últimos descubrimientos y los nuevos caminos”.
A pesar de este punto de partida abierto, Carpani se aplicó a sí mismo un extremado rigor, y fue evolucionando con mucha prudencia, movido siempre por la necesidad de expresar una fuerza que latía en el fondo del ser humano a la espera de levantarse en reclamo de justicia. “Para mí el arte, el verdadero arte… constituye un expresión sintética, objetivada en el lienzo, el muro, la piedra o lo que sea, de la realidad total de una época y un medio dados. El carácter de dicha realidad determina los contenidos expresivos de la obra y el papel social que ésta desempeña”.
Experiencia de la piedra
Cuando llegó la década del ’60 y sus vértigos ditelleanos, Carpani se mantuvo fiel a sus propias fuentes plásticas: la línea Berni, Spilimbergo, que se remonta a Siqueiros en América latina, y el segundo Renacimiento en la génesis del arte occidental, con su diálogo de planos y volúmenes. Los frecuentes viajes al interior le dieron el ojo para lo nacional que no puede ser sustituido por ninguna influencia.
La experiencia de la piedra fue esencial para el primer arte de Carpani: la angularidad monumental de los cuerpos, el color bajo, las texturas granulosas, le permitieron expresar el tipo de sentimiento plástico que buscaba.
Después, con el exilio que comenzó en 1974 y duró diez años, evolucionó hacia un dibujo más curvo, un barroco bárbaro en el que a veces se pierde la composición anatómica por fidelidad a una manera personal. Los puños característicos de este período resumen los aciertos y problemas plásticos que no pudo resolver. Su compromiso junto a Cortázar en la Cadhu fue otra piedra en una trayectoria ética sin tropiezos.
A su regreso, en los ’80, y cuando él consideró que había llegado el momento, pasó a un estilo “malevo-pop” que no descuidaba su propio recorrido plástico. Así como los hippies tuvieron siempre muchos más códigos (y más difíciles) que los burgueses, los artistas de pura cepa pop fueron más cerrados que los artistas populares. El tiempo lo está descubriendo, por debajo de las palabras. Las retorcidas selvas de Carpani con guapos perdidos en ella, los íconos de Gardel y lo urbano criollo se sumaron a los emblemas que ya había usado antes, el caballo, el facón, el gaucho barbudo y bárbaro. Esa apertura, esa fuerza que se expresa hasta en el humor, son las últimas grandes lecciones que dejó Carpani.
“La coherencia de la fuerza». Muestra en homenaje a Ricardo Carpani en Buenos Aires”, en Suplemento Cultura de La Voz del Interior, Córdoba, 21 de octubre de 1999.