Jorge Barón Biza | 3 de Abril de 2001|
Como todo instrumento nuevo, las posibilidades artísticas de Internet están en una etapa de reconocimiento, en una disciplina que todavía no cumplió sus 10 años. Sería injusto, por lo tanto, comparar sus logros con los de otros medios, como por ejemplo la pintura mural, que se practica desde la prehistoria.
El arte tiene, en esta primera etapa en la Red, un aire de “mostrar sus gracias” que recuerda a algunos niños que acaban de aprender algo y se lo muestran orgullosos a todo el mundo, aunque la nueva habilidad no sea exactamente deslumbrante.
Las características elegidas por los artistas para ser subrayadas mediante técnicas internetistas son la ambigüedad del espacio, la interactividad, la infinitud y la grilla. Muy marcado por el arte digital y el diseño gráfico, esta actividad trata de diferenciarse de estos tutores. Los más puristas, ponen énfasis en separarse del arte de computación y cultivan propiedades exclusivas de la Red, sin incorporar imágenes digitales.
Ejemplo
Un buen ejemplo es “Todo Icono”, del norteamericano John Simon, obra creada en 1997: concibió una división de la pantalla de 32 por 32 cuadrados que a su vez contiene una grilla de 1024 cuadrados, que titilan de negro a brillante creando diferentes combinaciones. Una sola línea tiene más de 40 millones de combinaciones y mostrarlas a un ritmo acelerado llevaría en la Red 16 meses de exposición continua. Si se agrega la segunda línea, el tiempo se multiplicaría hasta 60 millones de años.
La intención de Simon (www.numeral.com/everyicon.html) es dar una imagen visual del infinito a un público potencialmente también infinito.
Hubo otro período en el que la grilla fue usada. Si se contemplan las pinturas del Renacimiento, entre los siglos XV y XVI, se advertirá que en muchas de ellas figuran pisos de baldosas negras y blancas, vigas de madera en los techos, columnatas o cortinas de género con dibujos regulares. Todos estos elementos funcionan como grillas, limitan un espacio finito en el que se pueden situar los objetos y saber dónde están exactamente.
El período que siguió al Renacimiento fue el Barroco. Al espacio determinado por coordenadas opuso uno ambiguo que sugiere el infinito. En una pintura mural barroca, los ángeles vuelan entre nubes sensuales, cuyas curvas generan otras más amplias, y otras, los rayos de luz y las figuras se escapan de los límites de la pared y el espectador queda perplejo, preguntándose dónde termina la obra.
El crítico alemán Heinrich Wölfflin (1864-1945) estudió esta oposición entre lo renacentista y lo barroco, y la propuso como una de las cinco oposiciones fundamentales del arte de todos los tiempos en sus “Conceptos Fundamentales de la Historia del Ar-te”. Ahora, el arte de Internet parece sintetizar la grilla renacentista y la idea del infinito barroco.
Un clic en Pompeya
La otra característica subrayada por los pioneros del arte de Internet es la interactividad. Por ejemplo, la artista norteamericana Jenny Holzer, creó para el arte on line una obra, “Por Favor, cambie creencias”, en la que ofrece en pantalla declaraciones ambiguamente urticantes como “amar animales es una actividad sustituta” o “el asesinato tiene un aspecto sexual”. El espectador, sin embargo, puede intervenir y con un clic cambiar la declaración.
Otra vez, la novedad no es tan absoluta como parece. Cuando se hicieron las excavaciones de Pompeya aparecieron en las paredes de las casas centenares de grafitos con leyendas de todo tipo, por ejemplo: “Uno de los ediles ama a Cerrinio, el otro es su amor. Eso me hace odiarlo”. Pero otra mano agregó a continuación: «El que odia, ama». Un claro ejemplo de interactividad que tiene dos mil años de existencia.
Con el paso del tiempo, el arte de Internet cercará su propio potrero y sus grandes cultores llegarán a la tan ansiada y no tan lejana originalidad. Pero por ahora no hay que deslumbrarse demasiado. Para novedades, nada mejor que los clásicos.
La Voz del Interior, 3 de abril de 2001