Alonso, hombro a hombro con la historia

Jorge Barón Biza | 2 de Octubre de 1998|

Humano, sorprendente, hábil, proteico, el artista reúne en unas pocas obras un torbellino de ideas y reinvenciones que, inadvertidamente para el espectador, conduce al puerto de un reconfortante.


Como casi todos los años desde aquella primera exposición cordobesa de 1954 en la librería Miravet, Carlos Alonso (1929) – artista de fama internacional – volvió a exponer en Córdoba, en Via Margutta, cumpliendo con un pacto tácito que lo honra, con la provincia que lo albergó durante tantos años.

No fue una convivencia fácil. Por un lado, un medio que toma su distancia irónica ante los “ismos” vertiginosos. Por el otro, un artista que exprime de su sangre cada pulsión, y de su memoria todas las vivencias – propias o de los maestros del pasado – en un vértigo que no adhiere a ningún “ismo”.

Nosotros hemos disentido con declaraciones recientes de Alonso, en la que desvaloriza parte de la tradición cordobesa de “una serie de pintores que pintaban la cabrita y el burrito” porque creemos – y lo hemos escrito -, que la historia de la plástica no se agota en una lectura comparativa con la universal o metropolitana, ni en su remisa inserción en el proceso de la modernidad, sino que tiene motores propios y que es el papel de la crítica levantar el capó, estudiar su funcionamiento y exponerlo claramente.

Entonces, “esa cosa un poco dulzona que tenían Francisco Vidal y José Malanca (sic Alonso) cristalizará en una originalidad al margen de las originalidades forzadas por la moda histórica.

 

Un constante “harakiri”

El arte de Alonso tiene dos características fundamentales: la capacidad de rumiar sabiamente en el arte de Occidente y la inmolación que de sí mismo hace el artista de muestra a muestra. En los pasteles que nos presenta ahora hay alguno que se remonta al ’89 y que sirve para comparar el famoso dibujo de Alonso con su manera actual. Aquella alternancia entre la maestría académica y el cortocircuito pasional, que hacía de cada obra una aventura entre la norma y el caos, ha sido inundada en algunos trabajos del ’97 y ’98 (Como Diluvio nacional o el magistral Casi un milagro) por una masa de colores fundidos a la que muy bien se presta el pastel blando, que produce una materia primaria rica y misteriosa que exige a la línea luchar por la sobrevivencia.

A partir de estos elementos, los cuadros mencionados nos llevan a uno de los grandes temas del arte de Alonso: su manera absolutamente original de componer. Criticada (se habló de “falso dinamismo”) y elogiada, creemos que en este punto está la clave de la genialidad de Alonso. El artista compone sin un filtro ni una voluntad de estilo. Este punto es común también a su dibujo y a su color. Lo que aparece, aparece después de una larga digestión en la que el concepto se ha desmenuzado y sólo queda la nutrición.

 

Hombro a hombro con la historia

Ese voluntario borrar de su voluntad representa la ética de la estética alonsiana. No olvidemos que es uno de los pocos, empecinados outsiders del Di Tella; que ni siquiera aceptó las retóricas de las vanguardias. Su actitud le exige un constante harakiri y quienes siguen su carrera se preguntan asombrados cuándo se acabarán las entrañas.

Pero el harakiri es necesario en su caso, porque es un modo de hacerle espacio al pasado, con el que convive en un surrealismo histórico, extrasubjetivo, que pocas veces ha sido destacado. En la muestra que comentamos, nos guiñaron el ojo Géricault, Metsys, el Cristo de la Humildad, Rembrandt, además de las sonrisas permanentes de Courbet, Chagall y el Renoir itálico.

Nada de lo dicho vale. Para pasar de Casi un milagro, Diluvio nacional, los dos Martirios, a las Despedida de Carpani hay que hacer borrón y cuenta casi nueva.

El banquete funerario por el amigo ha sido descarnalizado y situado en un ámbito vegetal, un bosque que ensombrece a los dolientes comensales, pero que deja filtrar unos pequeños rayos de luz lateral y lírica. Esa es la pequeña e incansable dimensión del consuelo que deja sembrada en los espectadores la muestra de Alonso.

 


“Alonso, hombro a hombro con la historia”, La Voz del Interior, Sección Artes y Espectáculos, Córdoba, 2 de octubre de 1998.

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