Por Adrián Bassola |
Jorge Baron Biza se detiene en la entrada del monumento que recuerda a Myriam Stefford y le pega una repasadita de abajo hacia arriba, como controlando que esté todo en su lugar. Medita unos segundos y suelta la primera frase: “No hay caso, es mucho más lindo que el obelisco”.
El hijo de Raúl Baron Biza y su segunda esposa, Clotilde Sabattini, asegura que luego de muchos años de andar medio perdido por la vida, entre el alcoholismo y la depresión, ahora ha aprendido a convivir con su tortuosa herencia familiar.
Por ahí suelta el comentario de que su padre “estaba loco”, pero ante la repregunta se retrae: “Loco es una palabra que tampoco explica mucho. Decís loco, o decís milagro o mágico… son palabras para definir que has llegado a un límite”.
De todas maneras parece que la tiene bastante clara cuando dice: “Yo a mi viejo lo quiero, lo respeto, pero hubo un daño, y eso no es bueno que ocurra”.
A los 56 años, Jorge Baron Biza adquirió cierta fama con la publicación de su novela “El desierto y su semilla” –muy bien tratada por la crítica-, y ahora está trabajando en otros dos proyectos.
Está también muy interesado en recoger todas las historias que rondan en torno al monumento, a Myriam y a su padre. Por eso, cuando Infierno Grande le propuso una nota y lo invitó a recorrer el ala, aceptó enseguida y pidió ayuda para ubicar en Alta Gracia a don Ramón García, el viejo cuidador del lugar que hoy está abandonado.
– ¿Es el monumento más grande al amor?
– En Argentina creo que sí.
– ¿Por qué cree que su padre lo hizo? ¿Estaba tan enamorado o fue un gesto de excentricidad?
– Yo creo que la quería mucho, pero también puede haber un poco de las dos cosas.
– ¿Qué relación tiene usted con el monumento?
– Es la tumba de mi viejo (las cenizas de Raúl baron Biza descansan junto al único olivo que está cerca del mausoleo) y la respeto. Yo quisiera que el monumento se conserve como una atracción turística para Alta Gracia. Está bien que tiene un interés humano y de leyenda, pero también quisiera que se reconozca su valor arquitectónico. No hay cosa así en Argentina, y debe haber pocas en el mundo. Creo que tiene que ser declarado monumento histórico para poder preservarlo.
– ¿Qué tiene para reprocharle a esta historia?
– Yo no me he volcado sobre esta historia para reprocharle nada, sino para ver qué enseñanza me deja a mí y a la condición humana.
– ¿Le molesta que se lo conozca por la tragedia?
– Soy tan pretencioso que espero que de alguna manera se reconozca que la novela que escribí tiene un valor intrínseco literario. Creo que realmente es valiosa. Por otro lado, durante muchos años estuve actuando como si nada hubiera ocurrido, intentando ignorar mi pasado, y eso tampoco sirve.